miércoles, 2 de marzo de 2011

2. CONDICIONES QUE FAVORECEN O IMPIDEN LOS LIDERAZGOS


En el segundo momento del Encuentro señalamos que nuestros liderazgos o vocaciones han sido favorecidos, en síntesis, por la apertura de la sociedad civil, estar en procesos de fe creadores, experimentar una espiritualidad encarnada, ejercer un liderazgo moral, considerar nuestra mirada de mujeres y trabajar colectivamente.

Han ayudado a los liderazgos:
    
·          Los espacios abiertos de la sociedad civil, la relación con diferentes sectores, la creatividad en las alianzas, la promoción y defensa de los derechos humanos, la reflexión interdisciplinaria y la lucha por la justicia.
·          Los procesos de fe creadores, la convicción de la fe, asumirnos como mujeres creyentes, la congruencia entre la fe y la vida. El impulso de una espiritualidad encarnada, nuestra capacidad de asombro, alzar la voz, compadecernos de los sufrimientos, reconocer los frutos de nuestros trabajos, la amistad que ha abierto espacios para que ejerzamos nuestra vocación, saber decir sí o no y compartir lo que somos.
·          La reflexión crítica en el interior de los organismos religiosos, las rupturas con las estructuras eclesiales, expresar nuestra palabra para encontrar nuevos caminos y el apoyo solidario.
·          El ejercicio del liderazgo moral: reconocimiento de los otros, aprender de las personas y tener contacto directo con ellas, dejar ser a los demás, permitir la interpelación y creer en nosotras mismas. Las relaciones horizontales, las autoridades morales y la credibilidad mediante el testimonio, el trabajo colectivo y la coherencia.
·          Las historias de sufrimiento de nuestros pueblos y nuestra cultura e identidad indígenas.
·          Contar con el apoyo de nuestras familias; la ayuda de líderes evangélicos, religiosas y sacerdotes, y el respaldo de la sociedad.
·          Nuestra perspectiva de mujeres, considerar los signos de los tiempos, buscar y dar respuestas, empoderarnos, no dejar solas a otras mujeres. Ganarnos el respeto a base de lucha, denuncia y organización; claridad en lo que queremos; servir a las personas; romper esquemas; tener apertura, experiencia, preparación, leer y escribir.
·          Trabajar en equipos; impulsar grupos y movimientos de mujeres, y sed de coherencia.

Por otro lado, en general no nos han favorecido los contextos de violencia, la inseguridad pública, la involución eclesial, la interiorización del modelo patriarcal, la incongruencia entre la fe y la vida, el desgaste personal, la conjugación de discriminaciones, el desempleo, las limitaciones económicas, la situación cultural actual, el  asistencialismo y los problemas familiares.

Han obstaculizado los liderazgos:

·          El contexto de violencia e inseguridad pública está poniendo en riesgo la vida y la salud de las mujeres; está provocando que se escondan, que vivan angustiadas por la vida de sus familiares, que no aparezcan en público, y está generando un ambiente social de desconfianza y sospecha. A ello se suman problemas añejos como la violencia física, verbal y sexual.
·          El modelo de neocristiandad, la involución eclesial, ha cerrado espacios en la iglesia católica; la cerrazón ha aumentado porque la institución tiene miedo de seguir perdiendo poder, control e influencia. En algunas confesiones religiosas ser mujer continúa siendo una desventaja y persiste la burocracia y el rechazo al compromiso social.
·          La interiorización del modelo patriarcal y la cultura machista, con la que  continuamos reproduciendo el poder masculino en las iglesias; dejar solas a otras mujeres, y la persistencia de subordinaciones históricas relacionadas con el dinero, la política y la sexualidad.
·          El rechazo de la gente, nuestra poca valía y baja autoestima.
·          El individualismo, la falta de congruencia entre la fe y la vida y la complicidad ante injusticias que se cometen con otras mujeres de nuestras congregaciones e iglesias.
·          El protagonismo, el autoritarismo y la tentación y el abuso del poder; las contradicciones; los contrastes, la polarización, las separaciones y las divisiones; las desigualdades y las dudas.
·          La edad, ser extranjeras y el agotamiento físico y emocional.
·          La falta de apoyos económicos, la realización de trabajos no remunerados y la carencia de financiamientos para los proyectos.
·          Las etiquetas espirituales, de género y las clasificaciones; la oposición a las tradiciones y costumbres; el paquete de felicidad que se nos ha vendido, y el racionalismo.
·          El asistencialismo y el paternalismo; ser grupos pequeños y la falta de apoyo de ellos; los espacios físicos insuficiente, y tener tutores.
·          Las complicaciones y dificultades familiares.
Significados del liderazgo

       Después de estas meditaciones, en el plenario nos centramos en lo que estábamos entendiendo por liderazgo. Sostuvimos:

·          Necesitamos revisar el empleo del concepto líder. En mi opinión es poco adecuado, pues subraya distinciones entre las personas en lugar de fortalecer la idea de vivirnos en comunidad, de reconocer la participación de todas.
·          Al hablar de la influencia que tenemos sobre otras personas estamos hablando de poder, por lo que entonces las preguntas serían: ¿cómo lo estamos ejerciendo?,  ¿cómo lo utilizamos?, ¿con qué propósitos?, ¿con qué limitaciones?, ¿qué tentaciones experimentamos?, ¿somos capaces de reconocer nuestros liderazgos y los de otras mujeres?
·          Requerimos desaprender para construir y dar un significado diferente a lo que llamamos poder. El poder puede ser una oportunidad para compartir nuestras capacidades y vivirnos con una lógica más horizontal. Si mantenemos el tema de los liderazgos nuestra intención debería ser constituirnos en líderes.
·          El liderazgo es un hecho más que una terminología, está conectado al poder  y es inherentemente relacional.
·          En nuestra comunidad religiosa no empleamos esos términos sino la palabra “facilitadora”; así ubicamos en el mismo plano a pastores y congregantes, a quienes comparten y a quienes aprenden. Me siento desconectada de ese término.
·          Hablar de liderazgos es complejo por las dificultades existentes para dialogar sobre el poder en las instituciones religiosas. El liderazgo relacionado con la fe y la vida es una responsabilidad interior muy fuerte porque significa ejercerlo desde dentro; tiene que ver con una oportunidad de ser, de construirnos y relacionarnos de otras maneras. En los liderazgos es importante ubicar el conflicto, las ambivalencias y las contradicciones.
·          Hay diferencias entre ser líder y ejercer el liderazgo; lo segundo es una acción de servicio, pide una ética y requiere reconocerlo con responsabilidad.
·          Estamos forjando un liderazgo más vivencial, aunque no sea el nombre como tal.
·          Necesitamos reconocer los liderazgos, asumirlos como acompañamiento y soltarlos a favor de otras mujeres, como una forma de dignificarlas; entenderlo como algo no personal y ejercerlo a partir de una causa. Se ha luchado mucho por tenerlo; hay que hablar de él.
·          Es importante relacionar sabiduría con poder. La sabiduría viene en muchas partes de las escrituras y da poder. Busquemos una palabra más evangélica porque cuando hablamos de poder tendemos a relacionarlo negativamente.
·          Frente a mujeres más jóvenes, con otros conocimientos y sin experiencias siento cierto poder, pero he tenido que reconocer su sabiduría, un poder diferente. Es necesario aprender a compartir lo que cada quien tiene.
·          El poder es nocivo, te pierde, es una tendencia, un vicio. Es necesario reconocerme y ser humilde para hacerme una entre todas. Estamos en México y el término nos remite a malas experiencias.
·          Una clave para reflexionar el liderazgo es la autoridad moral y los límites. Este tema nos cuestiona porque está vinculado al poder, a lo público, a lo ciudadano.

       En la deliberación también lanzamos preguntas como la pertinencia de utilizar el concepto líder, y planteamos la necesidad de reflexionar sobre la autoridad y el poder, sobre las maneras en que los estamos viviendo al interior de nuestras confesiones religiosas: ¿cómo los estamos ejerciendo, entendiendo, desarrollando y resignificando?    

Finalmente, simbolizamos nuestros liderazgos o vocaciones con:

·       Una planta de cempaxúchil, para mostrar que la vida, aun contenida en los límites de una maceta, florece, recrea su belleza y alumbra el mundo e ilumina a todas las personas.
·       Un frutero, expresión de la colorida diversidad y de la compleja pluralidad humanas; manifestación de vitalidad, de longevidad, así como de lo efímero, lo breve y pasajero de la vida.
·       Una mariposa, imagen del milagro de la transformación, de la metamorfosis, del cambio tenaz y paciente; de la energía y la osadía de la innovación.[1]
·       Un círculo de brazos que integran, completan, forman, suman, no se cierran, abrazan, restituyen, son flexibles como un collar de corazones.
·       Una piedra, que puede ser tanto un obstáculo, un tropiezo o un escollo, como un peñasco de apoyo, un cimiento para edificar, un andamio de risco para emprender algo nuevo.


[1] La narración completa de “Historia de una mariposa” se halla en los anexos.

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